Adolescentes en casa

 


La adolescencia es uno de esos periodos en la vida que se encuentran llenos de clichés, tabús y mala fama. 

Un adolescente atraviesa por momentos de cambio y maduración que traen consecuencias implícitas no solo en su cuerpo sino en sus acciones, sentimientos y forma de pensar. Es aquí cuando es posible completar el proceso iniciado en la infancia para formar adultos saludables, independientes y socialmente adaptados; o bien, es una segunda ventana de oportunidad para realizar los ajustes necesarios que nos acercarán al mismo fin.

Si bien la mayoría de los cambios se dan dentro de un lapso comprendido entre los 10 y 19 años, éstos pueden presentarse incluso hasta los 25 o 30 años que es cuando se considera que el cerebro ha terminado de desarrollarse y madurar; y son precisamente éstos cambios los que hacen de este periodo un gran reto para los padres, puesto que los adolescentes pueden comportarse de manera irracional, impulsiva e incluso peligrosa; sin embargo, familiarizarse con éstos cambios puede hacer que el proceso sea no solo mucho más sencillo, sino también mucho más aprovechable y benéfico para todos (especialmente para los adolescentes).

Por ejemplo:

El cerebro adolescente tiene mucha plasticidad; esto significa que puede cambiar, adaptarse y responder al entorno. En esta etapa el cerebro está al máximo con la sensibilidad a la dopamina, dándoles una extraordinaria receptividad a la recompensa. 

Todo lo anterior hace de la adolescencia un momento ideal para actividades desafiantes y creativas, tanto académicas como deportivas y artísticas; aunque también se presta a reacciones extremas ante el éxito o el fracaso que deberán ir aprendiendo a modular poco a poco y que requerirán de mucha paciencia.

Planificar, establecer prioridades, controlar impulsos y considerar consecuencias no son para nada sus fuertes en este momento, esto los puede llevar a malinterpretar señales sociales y emocionales, y envolverse en situaciones peligrosas o complicadas. 

En ésta etapa es muy importante trabajar con ellos y ayudarlos a desarrollar estas habilidades a través del día a día. La atención consciente (o mindfulness), que se refiere al proceso de prestar atención activamente al momento actual, puede ayudarles a concentrarse, a reconocer sus sentimientos y a disfrutar de la vida tal cual es.

Otra hormona que hace de las suyas durante la adolescencia es la oxitocina, haciendo más gratificantes las relaciones sociales, por lo que la exclusión puede ser interpretada por el cerebro como lo haría ante la falta de alimento o ante una amenaza. 

Los cambios continuos, 
como los ligados con su producción de serotonina. los hacen vulnerables, por esta razón es una etapa donde se precisa prestar mucha atención para detectar trastornos como ansiedad, depresión, bipolaridad, esquizofrenia o trastornos alimenticios. Aunque también son resistentes, y éstos cambios los pueden proteger contra trastornos a largo plazo.

El sueño es un factor determinante en la neuroplasticidad cerebral, dormir ayuda a estimular el aprendizaje, a fijar recuerdos y a reforzar los procesos cognitivos. Los adolescentes deberían poder dormir entre 9 y 10 horas por la noche; sin embargo, la mayoría no duerme lo suficiente ya que se quedan despiertos hasta tarde y deben levantarse muy temprano. Esto provoca baja atención y aumento en la impulsividad, la irritabilidad e incluso la depresión. 

Los adolescentes no son perezosos, sino que los niveles de melatonina (la hormona del sueño) en la sangre se elevan naturalmente más tarde por la noche y bajan más tarde por la mañana (comparado con niños y adultos) lo que les hace tener un horario distinto al de los demás. Además, la cosa puede complicarse un poco si no se cuenta con un horario límite de exposición a la tecnología, ya que la luz azul que desprenden los dispositivos móviles hace que se retarde aún más la secreción de melatonina.

La educación en casa puede permitirle al adolescente lidiar con todo lo anterior en un entorno seguro, donde puedan desarrollar su capacidad de razonamiento, su identidad y autonomía limitando la influencia externa. Debe entenderse también que limitar no significa excluir, y que resulta indispensable la convivencia social para un correcto desarrollo; la diferencia, es que se puede seleccionar el tipo de convivencia a la que estará expuesto el adolescente en esta etapa tan susceptible.

El doctor Andrew Garner dice: "Mientras los adolescentes sean sociales, se alimenten y duerman bien y trabajen en función del cumplimiento de sus planes, entonces estoy contento y sus padres también deberían estarlo"

Podemos decir entonces que educar adolescentes se traduce en acompañarlos con amor y paciencia a través su propio proceso de autoformación y descubrimiento donde:
  • Es importante valorar sus inteligencias particulares y ofrecerles posibilidades para desarrollarlas.
  • Es necesario tomar (y acompañarlos al tomar) una postura entre dependencia y autonomía. Hasta qué grado y de quién ser dependiente.
  • Integrar un estilo de vida que le sea propio y con el que se identifique.
  • Crear un ambiente seguro y de contención donde prevalezcan la comunicación, la empatía y el amor.





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