¡Vamos a leer!

 



    Uno de los puntos académicos que más suele preocupar a los padres es el hecho de que sus hijos aprendan a leer. Este tema llega a causar mucho estrés en toda la familia, especialmente si se les comienza a comparar con otros niños y su avance individual.

    Es muy común que a los niños escolarizados se les fuerce a aprender a leer antes de comenzar la primaria, ya sea como medida competitiva o para "agilizar" el proceso de avance académico; en teoría simplificando el trabajo y aumentando la productividad en los niveles superiores (al día de hoy ninguna investigación ha demostrado que los niños que leen antes tengan mejores resultados a largo plazo que los que leen después).

    Si bien es cierto que algunos niños poseen las herramientas y habilidades necesarias para comenzar a leer a edad temprana (4 o 5 años), la gran mayoría de los pequeños no se encuentran preparados para llevar a cabo este proceso sino hasta los 6 o 7 años, alcanzando una comprensión total y dominio del proceso de lectoescritura aproximadamente hasta los 8. Y eso, en términos generales, ya que la duración del proceso de aprendizaje de la lectoescritura depende enteramente de la maduración cerebral de cada niño en particular y de las herramientas con las que cada uno haya contado a lo largo de su infancia para dicha maduración neurológica.

    Presionar a un niño para que lea antes de que esté listo puede hacer que aprender a leer se vuelva una frustración, y entonces, por muy temprano que se haya empezado, igual no dominará la lectoescritura hasta estar listo y solo habrá hecho mucho más pesado y desagradable el proceso, lo cual en muchos casos termina por originar odio, tedio y renuencia a la lectura y la escritura, aunque se sepa hacer.

    Los profesionales aseguran que un buen proceso de lectoescritura se comienza a realizar años antes de siquiera conocer las letras e implica el dominio de ciertas habilidades previas como: coordinación motora, control del movimiento, lateralidad bien definida, agilidad visual, capacidad de escucha, buena oralidad, vocabulario rico, atención, concentración y sobre todo... motivación

    Esto quiere decir que antes de comenzar el proceso de lectoescritura como tal, es necesario que desarrollemos en nuestros hijos su coordinación ojo mano (atrapando pelotas por ejemplo), su control de movimientos (pararse en un pie, subir escaleras, construir torres de bloques), su capacidad de escucha y comunicación (expresando sus ideas, sentimientos, gustos y demás de manera articulada, bien pronunciadas las palabras y con frases estructuradas ... a su nivel claro), su atención y concentración (con juegos de mesa, escuchando música y cuentos), y entonces si, cuando se muestren motivados y listos, comenzar a enseñar el mecanismo de la lectura y la escritura.

    Los niños comienzan a acercarse a la lectura, sobre todo, cuando ven leer a los más próximos. Recuerda que los niños imitan acciones y no palabras, es por eso que hacer de la lectura un hábito, como leerles un cuento por las noches (y si se puede con voces, imágenes y toda la cosa) desde que son pequeñitos, conversar acerca de lo que se ha leído, permitirles un contacto directo con gran variedad de libros o simplemente leyendo nosotros y que ellos lo vean, va despertando su interés por intentar comprender y utilizar los mensajes escritos.

    El aprendizaje de la lectura es uno de los procesos más difíciles al que deberá hacer frente un niño, por eso es importante que llegue a él bien preparado y resulta indispensable que se dedique el tiempo necesario a desarrollar las diferentes funciones de su cerebro que deberán haber madurado lo suficiente para poder afrontar el duro reto que supone aprender a leer. Si se fomenta en ellos el amor por la lectura (y el aprendizaje) se contribuirá en gran medida a asegurar el éxito académico en un futuro.

    Por último, si ya se encuentran preparados para dar inicio al proceso de aprendizaje de la lectoescritura, hay que procurar que el proceso sea dinámico, divertido e interesante. No olviden que a través del juego y la acción se aprende mucho más que a través de la lección y la repetición. 

    También puede ayudar el contar con materiales que sirvan para conocer el código de una manera sensorial y hagan visible el lenguaje abstracto (como letras de lija, imanes, tableros manipulables, alfabetos móviles, cajas de arena...). Y sobretodo, hay que ser conscientes de que se trata de dar oportunidades de aprendizaje y promover la autonomía, y no de evaluarlos constantemente aunque solo sea con la mirada.

¡Felices lecturas!



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