¿Estamos capacitados?

 



¿Podré enseñar a mis hijos en casa? ¿Cuento con el conocimiento suficiente para transmitir y generar aprendizaje? ¿Es necesario un título en Pedagogía y/o Psicología para poder enseñar a mis hijos? 

¿Algo de esto te suena familiar?

Es muy común que al considerar o decidir educar en casa surjan millones de dudas y se experimente cierta ansiedad; en muchos casos la primera cuestión a considerar es la de si en verdad seremos capaces de enseñar y proveer a nuestros hijos una buena educación.

Cuando los niños son pequeños y nos enfrentamos a grados iniciales (kínder/primaria), resulta más probable que nos animemos a intentarlo y sintamos cierta confianza; sin embargo, muchos padres se juzgan "incompetentes" para enseñar al pensar en los contenidos requeridos en niveles superiores (secundaria/prepa). Comúnmente esto se debe a que su experiencia como estudiantes no resultó maravillosa, y entonces ataca la duda de qué tan exitosa pudiera llegar a ser su intervención como maestros. 

Para muchos de nosotros, esta duda incluso se puede ver exacerbada si nuestros hijos presentan un nivel de inteligencia más elevado, si sentimos que se mueven más rápido que nosotros, o bien simplemente puede resultar muy intimidante el saber que nuestros hijos esperan que les ayudemos a aprender nueva información y que se satisfagan sus necesidades e intereses.

Esas dudas y el sentimiento de "no estar calificado", de "haber sido un mal estudiante", de "no ser un maestro" causan que muchos padres desistan de su idea de educar en casa. Pero es importante notar que estas conclusiones se basan en el hecho de que nos han hecho creer que nuestra habilidad para enseñar depende exclusivamente del dominio que se tenga sobre el tema, lo cual se relaciona con el paradigma popular acerca de lo que se nos dice que es la educación, y que cuando le damos una pensada más profunda y tenemos en cuenta que como padres ya somos el principal maestro de nuestros hijos y que a través de los años ya les hemos enseñado (y les enseñaremos) muchas cosas, académicas y no académicas, y que la educación va mucho más allá de memorizar y tomar notas, entonces comprendemos que lo que debemos hacer es tomar la responsabilidad de hacer nuestro trabajo de padres de manera consciente.

Si eres fan de los estudios y las estadísticas quizá sientas un poco más de confianza al saber que a través de los años se ha reportado una relación mínima entre el nivel educativo de los padres y los logros académicos de los hijos (HSLDA) y en muchos más casos, los niños educados en casa han superado los estándares aun comparados con aquellos trabajando dentro del sistema. Y no debido a los títulos obtenidos por sus padres (la mayoría de los padres no cuentan con un entrenamiento formal para ser padres y no son maestros certificados), sino por la personalización del aprendizaje, la relación cercana y de confianza entre padres e hijos, la libertad de expresarse creativa e independientemente y el haber desarrollado desde pequeños esa habilidad y capacidad para aprender.

En la escuela el maestro es la principal fuente de información; sin embargo, cuando se aprende en casa se aprovechan todos los recursos a los que podamos acceder, por lo que tu trabajo no es enseñar, sino facilitar el aprendizaje. No es necesario preparar temas, sino estar abierto a un aprendizaje conjunto en cada momento de cada día, si tu hijo pregunta algo que desconoces basta con decir "No lo se, ¡vamos a averiguar!"; además, con el acceso a la información que la tecnología nos permite actualmente, no hay nada que no se pueda responder indagando en las fuentes adecuadas.

La clave para una buena educación no radica en memorizar, sino en preguntar las preguntas correctas y en averiguar cómo responderlas. Los niños son naturalmente curiosos y nacen con ese instinto por aprender, lo cual funciona a tu favor, sólo debes nutrir esas ganas por aprender y acompañar su curiosidad y sus esfuerzos por resolver un problema con sus propios recursos. Si aprenden a pensar, a transformar su curiosidad en dudas y preguntas, y a resolver esas preguntas... serán capaces de aprender cualquier cosa que necesiten en cualquier momento de sus vidas.

Como adultos sabemos que un título universitario no siempre es garantía de competencia profesional, y que si bien la formación y experiencia son relevantes, la motivación, el esfuerzo y el compromiso lo son aún más. Así que no es necesario contar con un título en Pedagogía, pero si es súper necesario estar dispuestos a tratar de resolver problemas, a aprender con ellos, a facilitar herramientas y a solicitar apoyo; recuerda que tu eres el responsable, pero tienes a tu disposición familiares, amigos, bibliotecas, tecnología, expertos...

Ahora bien, también tu como padre/madre puedes aumentar tu confianza como tutor y guía de tus hijos (no solo académicamente hablando, recuerda que eres el responsable de formar una personita) capacitándote a través de libros especializados, cursos, talleres, investigación... y así, enseñar con el ejemplo.

Es más que probable que a lo largo de tu experiencia de educar en casa las dudas te asalten (constantemente), no hay maneras perfectas de llevarlo a cabo y será necesario que te permitas a ti mismo equivocarte e intentar de nuevo; pero para saber si eres un padre calificado para educar en casa basta con tener estar dispuesto a:
  • Fallar (e intentar de nuevo)
  • Invertir tiempo y energía
  • Conocer a tus hijos a fondo
  • Mantener el deseo de proveer a tus hijos lo que es mejor para ellos
  • Comprometerte con la educación de tus hijos
  • Ser el principal responsable por su crecimiento como personas
  • Aprender en conjunto
  • Buscar apoyo
Aunado a lo anterior, hay ciertas habilidades que se pueden adquirir y desarrollar para hacer el proceso más efectivo y menos estresante:
  • Aprendan a investigar: incluyan varias fuentes, disciernan acerca de la veracidad y confiabilidad de cada una de ellas, citen, vayan más allá de internet cuando sea posible (bibliotecas, museos, expertos...)
  • Sean creativos: consideren el aprendizaje como la oportunidad de explorar el mundo.
  • Establezcan metas: realistas y acordes a su estilo de vida.
  • Sean flexibles: planear es bueno y necesario, pero aprender a "recalcular" es indispensable.
  • Y sobre todo, ¡Comuníquense! Nada va a llevarlos más lejos que una buena comunicación familiar.

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